miércoles, 14 de enero de 2015

domingo, 4 de enero de 2015

LO QUE SE AVIZORA

                Perder al maestro fue como alterar la química del yo, de mi yo, de nuestros yos. Probablemente se trataba de ese fenómeno que llamamos soledad: una súbita desconexión de nodos, un navegar a la deriva a bordo de un bote sofisticado sin encontrar las instrucciones de uso.
                Bien entendido, era admitir que somos cuando “somos”; en contraposición a un insensato soy y sólo soy,  ridículamente solitario y desvalido que, debo admitirlo,  me hacía sentirme como un falsario. Afortunadamente fue ganando peso la convicción,  la revelación de una especie de herencia de compromiso: las instrucciones de uso estaban en el cajón equivocado y teníamos que apremiarnos a pilotar la nave.
                En toda mudanza hay algo que nos deshabita y algo que se avizora. Sofía se dio cuenta antes que yo: mucho de lo que habíamos perdido con la marcha del maestro se comenzaba a manifestar en algunos cambios evidentes en Zenón.  No fue tanto el hecho de que quisiera acompañarme con nuestra librería trashumante, ayudar en todo lo que pudiera en casa, concedernos en el trato diario algo más de locuacidad o mostrar una inusitada prevención en todo lo referente a economía familiar. Se trataba de algo más profundo: había interpretado la secuencia de acontecimientos como un desafío personal.
                Percibí íntimamente cómo Sofía se rendía a la belleza de aquella transformación. Del mismo modo en que me sentí empujado por su fortaleza a ocupar un nuevo estatus. Y así fue como fuimos adquiriendo cada uno de nosotros una nueva personalidad confeccionada de girones algo maltrechos de lo que había sido la influencia de Jean Jacques en nuestras vidas.
                Al fin y al cabo uno es lo que es, o lo que cree que es. Pero no es menos lo que los demás ven en uno. Y nosotros, tal vez,  veíamos en nuestro maestro lo que él trataba de mostrarnos de nosotros mismos.

                De lo que no cabe ninguna duda es que aquí comenzaba una nueva historia y dicha historia no iba a ser menos merecedora de ser vivida que de ser contada.